Marta Ortega no quiere que su padre le regale Zara al ser la niña mimada de papa. Empezará desde cero en la industria textil como hizo Amancio, que ya chochea, y le pasará el testigo a su hija en los próximos años.

Marta, mujer independiente y emprendedora, quiere tomar las riendas del imperio empezando desde abajo. Va a trabajar de dependienta en un puesto de plegadora a media jornada para entender bien la empresa que va a heredar. Espera ascender poco a poco, y solo si se lo gana. En ningún momento va a permitir que se la trate como la hija del jefe. Al que lo haga, se le invitará a abandonar la empresa con un despido. Es su proyecto vital para hacerse a sí misma y quiere atender a las clientas como una más. 

Sus objetivos están claros y han sido comunicados a los accionistas, ascender a 2ª encargada el primer año en una tienda en una ciudad pequeña, para dar el salto a Madrid y ser encargada de alguna de las tiendas como la ubicada en la calle Serrano. Con esta experiencia y gracias al accionariado que posee y a su chocho, podrá llegar a los puestos de dirección hasta conseguir la presidencia, ganándoselo y sin que nadie pueda reprocharle nada. 

Su familia está que no caga por la decisión y la van a apoyar sin restricciones. “Queremos lo mejor para ella”. Marta ha comunicado a su padre que mientras trabaja cobrando un sueldo miserable, se sacará por la noche el carnet de manipuladora de alimentos y el de protocolo para completar su formación.