Los toros habían pillado unos porrillos y estaban celebrando la noticia haciendo botellón en la Plaza del Castillo de Pamplona cuando los detuvo la policía. “¡Joder! ¡Qué quieren que nos echemos a llorar!” Ha dicho uno de los toros que iba disfrazado con un traje de luces y serpentinas alrededor de los cuernos que se encendían y se apagaban. Otro de ellos gritaba “!Torero! ¡Torero! ¡Torero!” cuando lo metían en la tocinera. “Como quieren que no lo celebremos.» Ha dicho un tercero  «Un torero menos en las plazas es bueno para nosotros. Es un tiempo de vida que podemos pasar con nuestras familias antes de que esos animales nos maten cruel y cobardemente. Además, de vez en cuando hay que meter una corná, porque ellos no tienen miramientos con nosotros, ni huevos de salir sin armas blancas a retarnos. Son unas putas nenazas.”

Muchos antitaurinos intentaron impedir que se llevaran a los toros esposados rodeando a las fuerzas del orden pero no pudieron evitarlo. La policía disperso a la multitud con banderillas, capotes, caballos y lanzas. Como ya iban ensangrentados con pintura, no se vio mucha diferencia cuando empezó a brotar la sangre a borbotones por por el cuerpo de los manifestantes por los puyazos.