Una señora de Albacete después de seguir una dieta milagro que la llevo a casi más de cuarenta kilómetros de su casa, cogió una barra de pan y la convirtió en cuarenta panecillos. Se puso tan contenta, que se echó a correr y anduvo por encima de las aguas de un pantano otro tanto. Cuando se paró se hundió en la miseria.

Los peces del pantano se quejaron porque por lo visto le cantaban bastante los pies. Fue un milagro que no los matara a todos. No se sabe el motivo,  pero desde ese día no paran de aumentar en número.