La primera mujer torero sale a hombros por la puerta grande y le olía el potorro pero que muy bien.
María sabía que si triunfaba matando toros, tenía que dejar el pabellón bien alto porque es un mundo muy cerrado de hombres. Y no precisamente de feministas. Antes de salir al ruedo, después de rezar de rodillas a la virgen de los animalejos desamparados, se roció el coño con una crema con olor a rosas mientras se santiguaba y miraba al cielo. Con el tercero de la tarde, Justino un toro tostado de 630 kilos cortó las dos orejas y el rabo. Las orejas fueron de uno de los caballos y el rabo de uno de la cuadrilla. La torera salió a hombros por la puerta grande. El subalterno comenta que le llegó un olorcillo muy bueno mientras la llevaba encima. «El potorro le olía a rosas. Qué grande es esta mujer.»
La torera ha declarado a un periodista taurino “Imagínate que el toro me lo huele al darle un pase de pecho, se va a por él y me mete una cornada cerca de la pepitilla. Tengo que tenerlo presentable por si me ponen puntos en la zona.”
Según un estudio se confirma que las mujeres que hacen trabajos de hombres cuidan sus partes para que estén en perfecto estado de revista por lo que pueda pasar.
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