Jesús de Nazaret confiesa en sálvame de luxe que María Magdalena le ofrecía buenas mamadas a cambio de la salvación.
Jesús confiesa que unas veces sucumbía a la tentación y en otras ocasiones se resistía porque intuía que era el diablo el que hablaba a través de María Magdalena. Comenta «cuando era el ser de carne y hueso, caía, pero cuando actuaba como el hijo de dios, me aguantaba… Unas veces sí, pero otras no… unas sí, y otras no…»
María le puso los ojos en blanco en varias ocasiones. Jesús zanjó el asunto de estos pequeños pecados de la carne perdonándose a sí mismo y rezando en el monte de los olivos unos padres nuestros y otros tantos aves marías. Allí, con los nervios de que su padre le estuviera mirando porque lo ve todo, perdió la alpargata.
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